¿Cómo definir un Vino Rosado? Los vinos rosados se suelen elaborar con el mismo procedimiento que el vino blanco, pero a partir de variedades tintas y cortas maceraciones, por tanto el vino rosado es un híbrido entre la frescura del vino blanco y los matices y aromas del vino tinto.
Como ya se sabe, los vinos reciben su color del contacto del líquido con las pieles de la uva (proceso de maceración), de ahí que la manera más común de obtener el vino rosado sea con el jugo de uvas tintas y la maceración con las pieles de las mismas, proceso que dura un periodo muy corto, por lo general de dos a tres días, pues tan pronto como el jugo comienza a adquirir un color rosado, se retiran las pieles.
Entre las uvas con las que se pueden hacer excelentes vinos rosados se encuentran la Garnacha y Tempranillo de España, de Francia la uva Grenache y la Cinsault, de Italia la Sangiovese y de Argentina el Malbec.
Existen dos estilos del vino rosado: muy dulces, conocidos como “blush”, y los vinos secos.
Momento de servir
La copa en la que se sirve este tipo de vino, es la misma que se emplea para los vinos blancos, pues al igual que en estos se busca resaltar su frescura, cuerpo y aromas. Es decir, debe ser una copa más pequeña y estrecha que la del tinto (por la necesidad de mantenerlo frío), y de globo amplio, pues debe tener espacio suficiente para agitar la bebida y que esta no llegue a derramarse, proceso al cual se le conoce como oxigenación del vino.
Para consumir el vino rosado se aconseja servirlo muy fresco, refrigerándolo de 6° a 10° centígrados, por unas 6 horas antes de servir, y la copa debe llenarse, por mucho, a ¾ de su capacidad.
Pese a su gran estructura y complicada elaboración los vinos rosados son fáciles de maridar.
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